Desde un primer momento hubo diferencias de opinión, inconcebibles para mí, quien había quedado absolutamente rendida ante el libro original (Legends of a Suicide). Sin embargo, nadie discutía la calidad de la escritura, sino que la historia les superaba a algunas lectoras (las sensibleras, ¡cómo no!). Fue una muy grata sorpresa, hay que decirlo, descubrir que ¡por fin Mercè y yo coincidíamos! La mesa se había dividido, como por arte de magia, en un lado que había sufrido la novela y otro lado que vivía como todo un descubrimiento su lectura.
Qué alegría poder, por fin, discutir el desenlace de la historia, que había dejado con piel de gallina a todas, creo, aunque no pudimos hablar del final porque María no la había acabado aún. ¿Qué le vamos a hacer?, así no desvelamos nada tampoco al lector (¿estás allí?) de este blog que ahora tenga ganas de leer tan impactante historia.
Lo que sí es cierto es que no hablamos para nada de los paisajes de Alaska, ni de los pormenores de la historia. Nos quedamos con la relación – según para quién indignante, patética, desoladora, agobiante – entre el padre y el hijo. ¡No veas cuánto enfado con el padre aquél! Claro, una aula llena de supermamás, ¿qué quieres? En fin, una novela estupenda y un autor, aix, pues eso.